jueves, 25 de noviembre de 2010

14. Reconocerás a los españoles en las discotecas por su forma de bailar

Si es que los españoles, para bien o para mal, nos hacemos notar allí donde vamos. Uno de los ámbitos en los que somos inconfundibles es en el tema de las fotos turísticas. Que hay que hacerse fotos delante del Coliseo de Roma saltando o haciendo la conga, allá que vamos. Que es mejor hacerlo cantando “Que viene mamá paaaaaato, pachín”, tampoco hay problema: por cada pachín una foto, para eso estamos. Y luego decimos de los chinos.

En los cafés y en el metro tampoco es que pasemos desapercibidos. No lo podemos evitar. No es que seamos escandalosos, es que nuestro tono de voz es elevado y, además, nos gusta reírnos, para qué negarlo. Así que no hace falta que prestes atención al idioma que hablan los miembros de un grupito en una cervecería porque si sólo se les oye a ellos es que son españoles.

Y es que aquí hasta los niños lloran diferente. Parece que en España aprendemos desde la cuna la forma de llorar en el metro o en cualquier lugar público para dejar a nuestros padres en ridículo. La manera perfecta son los gritos con pataleo incluido. Y si nos tiramos al suelo mejor que mejor porque así nuestros padres, esos malvados que nos niegan una piruleta, sentirán vergüenza. Aquí no, aquí los niños sollozan un poco para no molestar al resto y todos tan contentos. ¡Qué educados!

Pero a lo que iba: se nos reconoce. Y qué mejor ejemplo que bailando en las discotecas. Lo ves de lejos. Y es que no hay duda: si baila con las manos arriba, parece poseído cuando escucha Sexy bitch y se le oye más a él que a la música, entonces es español. Puedes acercarte con tranquilidad y gritar: “¡eh tío, que yo también soy español!”.

viernes, 19 de noviembre de 2010

13. Si vas a subirte a un taxi vienés, mejor límpiate bien los pies antes, no vaya a ser que les manches el Mercedes

Yo para taxi no usaría mi Xara. Sé que no es un buen coche pero oye, una le tiene su cariño. No me gustaría que jóvenes recién salidos de la discoteca subieran a mi coche con la última copa en la mano -y eso que aquí servidora lo ha hecho-. Pero que no. Y si no usaría mi Xara, creo que mucho menos usaría un Mercedes.

Aquí la cosa cambia. Yo no sé si será porque la ley lo exige, porque te dan puntos en el carné de conducir, porque los taxistas vieneses no acogen en su coche a borrachos que con casi toda la seguridad acabarán vomitando en el salpicadero o porque los taxistas tienen descuento; pero el caso es que en Viena el 85% de los taxis son de la marca Mercedes. Blancos, negros, plateados, largos, cortos, dos puertas, un modelo, otro…

Y alguien se preguntará: ¿pero quién se fija en los taxis? Pues yo, que tengo una parada en la mismísima puerta de mi casa. Todos ahí, colocaditos en fila esperando que los clientes se acerquen: Mercedes, Mercedes, Mercedes, Mercedes, Fiat, Mercedes, Mercedes, Mercedes, Mercedes, Mercedes, Mercedes, Mercedes, Opel, Mercedes, Mercedes, Mercedes… y así un largo etcétera.

Lo mismo es para no desentonar con la elegancia de la ciudad porque hombre, queramos o no, no viste lo mismo un Seat que un Mercedes. O quizá simplemente sea que aquí la gente maneja pasta gansa.

jueves, 4 de noviembre de 2010

12. Si pagas 4,90 euros por 16 fotocopias no lo dudes, te han timado… ¿es que aquí no existen los paraísos de fotocopiadoras?

Tienes que leerte un texto pesadísimo en una lengua que no dominas pero bueno, después de un mes dejándolo decides que ya es hora por lo menos de dar el primer paso, es decir, de imprimirlo. Luego ya veremos si te lo lees, pero al menos el primer paso estará hecho y no tendrás excusa. Así que coges dinerillo –bastante por evitar pasar la vergüenza de “¡uy! no llevo suficiente, ahora te traigo el resto”- y te vas. Encuentras una fotocopiadora y, evidentemente, esperas que las copias sean a un precio moderado, aunque si es algo más que en España bueno, no pasa nada, aquí todo es algo más caro.

Pero cuando imprimes 16 páginas en blanco y negro y pagas 4,90 euros, algo ha ido realmente mal. Mientras el dueño de la imprenta te da el cambio y te dice no-sé-qué de una tarjeta, tu cabeza no puede parar de dar vueltas y de intentar hacer la cuenta. 4,90 euros por 16 fotocopias, es decir, 28 céntimos la hoja, es decir, te han timado. Sí, lo mires por donde lo mires te han timado. Y de qué manera. Ni que la impresión estuviera hecha con hilo de oro.

Y yo me pregunto: ¿Dónde están esos lugares que en España crecen como los champiñones llenos de fotocopiadoras en los que te copian un libro tocho enterito por 2,5 euros y encima le ponen gusanillo? Creo que va a ser mejor comprarme mi propia impresora.